El período independiente: En los 214 años de existencia independiente, el Paraguay supo contener en sí, a lo largo de toda su historia como nación emancipada, una rica historia atravesada por el arte en todas sus manifestaciones. Es así que, a decir de Robert Bresson “No hay arte sin transformación”, podemos entender a un Paraguay que supo forjar, alimentado por las influencias europeas, una interesante simbiosis con la cosmovisión guaraní, desde un crisol interesantísimo de identidad colorida e integrada íntimamente con la naturaleza.

Es así que, durante el período independiente nacional, bajo el gobierno de los López (1840-1870), las artes encontraron un espacio para desarrollarse y expresarse, a pesar de las limitaciones y los desafíos de la época. Este tiempo, marcado por la consolidación de la independencia y la construcción de una identidad nacional, también vio el florecimiento de diversas manifestaciones artísticas que reflejaban la realidad y las aspiraciones de la sociedad paraguaya.

Los planes progresistas implementados durante este gobierno facilitaron la llegada de extranjeros con habilidades y capacidades especiales, quienes contribuyeron significativamente al desarrollo artístico del país. Estos inmigrantes trajeron consigo nuevas técnicas, estilos y perspectivas que enriquecieron el panorama artístico local. Su influencia se puede ver en diversas formas de arte, desde la pintura y la escultura hasta la música y la literatura.

Las artes plásticas, en particular, tuvieron un papel destacado durante este período. Los artistas plásticos de la época exploraron una variedad de temas, incluyendo retratos, paisajes y escenas de la vida cotidiana. Sus obras no solo reflejaban la belleza y la riqueza cultural del Paraguay, sino que también servían como un medio para expresar las emociones y los pensamientos de los artistas y de la sociedad en general. La llegada de nuevos materiales y técnicas, gracias a la influencia extranjera, permitió a los artistas experimentar y desarrollar su propio estilo único.

Es así que Don Carlos Antonio López, como parte de la estrategia de posicionamiento regional del país, durante los principios del período independiente, invitó a Carlos Riviere y Juan Gregorio Valle, especialistas en litografía, a capacitar a varios connacionales, quienes participaron desde 1844 en la primera imprenta del Paraguay independiente, siendo artífices de los tirajes de El Paraguayo Independiente primero; de El Eco del Paraguay y El Semanario luego, de la revista La Aurora y diversos libros como: La Argentina de Rui Diaz de Guzmán, 1845; Discusión Territorial y de la Independencia Nacional 1850; Curso del Arte y de la Historia Militar por Jacquinot de Presle, 1850; Catecismo de los Deberes Domésticos de las Madres de Familia y de las que aspiran a serlo, de Pura J. de Bermejo; Catecismo Político, 1855; Gramática de la Lengua Castellana, de la Real Academia Española, entre otros.

Además de las artes plásticas, otras formas de arte también encontraron un espacio para florecer. La música, por ejemplo, se enriqueció con la llegada de nuevos instrumentos y estilos musicales que se fusionaron con las tradiciones locales, creando un sonido único y distintivo. La literatura, por otro lado, se desarrolló con la creación de obras que exploraban temas de identidad, independencia y construcción nacional, a partir de la mentada Academia Literaria liderada por el español Ildefonso Bermejo, donde se distinguieron alumnos como Natalicio Talavera, Juan Crisóstomo Centurión, Andrés Maciel, Cándido Bareiro, Gumersindo Benítez, Mariano del Rosario Aguiar, y Marcelina Almeyda, quien en apariencia es la primera mujer en publicar una poesía en la narrativa paraguaya.

Marcelina, quien para algunos era uruguaya y para los orientales era argentina, su estadía en suelo guaraní está indocumentada, por lo que queda en la nebulosa el tiempo y los motivos por los que estuvo en tierras paraguayas. Lo cierto es que esta poetisa, casi desconocida para todos, escribió un solo poema en La Aurora (La Pecadora).

Estos escritos no solo reflejaban la realidad de la época, sino que también servían como un medio para inspirar y educar a la población, a más de lo señalado por Pérez Maricevich donde apuntaba que «la generación de la que La Aurora (revista de la Academia) constituye el vocero está completamente imbuida de las actitudes y el sistema de pensamiento del romanticismo francés. Los confesados y admirados maestros son Alphonse de Lamartine y Bernardin de Saint-Pierre». De esta forma encontramos los cimientos filosóficos y estéticos de lo que serán los decenios posteriores, hasta llegar a la dorada generación novecentista, alimentada por la misma prosa delicada y precisa.

A pesar de las limitaciones y los desafíos, el período independiente de Paraguay bajo el gobierno de los López fue un tiempo de crecimiento y desarrollo para las artes. La influencia de extranjeros notables, junto con los planes progresistas implementados, permitieron que el arte plástico y otras manifestaciones artísticas tuvieran un espacio en la sociedad paraguaya. Este legado artístico continúa influyendo en la cultura y la identidad nacional de Paraguay, recordándonos la riqueza y la diversidad de las expresiones artísticas durante este importante capítulo de la historia del país.

Es importante destacar que el Paraguay, tal como lo concebimos, es producto no solo de una gesta revolucionaria militar, sino también de una revolución de las artes; es decir, de una densa transmutación de la sensibilidad y del modo de ser y estar en nuestro espacio y tiempo.

Por esto y mucho más, una fecha como esta merece ser recordada con todas nuestras buenas memorias, reconociendo el altísimo valor de aquellos próceres quienes ofrendaron vida y alma por la consecución de un ideal materializado.  

Guido Mendieta
Departamento de Comunicaciones ISBA

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